
Después de darle instrucciones a su sirviente Papsukal, de ir a rescatarla si no regresaba, Ishtar descendió a Irkalla, el mundo subterraneo. Comenzó valiente y desafiante, gritando al portero que abriera la puerta antes de que la echase abajo. Pero, en cada una de las siete puertas, se le iba despojando de una de sus prendas, y con ellas, de su poder, hasta que llegó completamente desnuda e indefensa ante Ereshkigal, que la mató y colgó su cuerpo en un clavo.
Papsukal pidió a los dioses que creasen un ser capaz de entrar en el mundo de los muertos y resucitase a Ishtar con la comida y el agua de la vida. Así es como Ishtar volvió a la vida, pero tenía que pagar el precio: durante seis meses al año, Tammuz debía vivir en el mundo de los muertos. Mientras él estaba allí, Isthar sufría su perdida.